domingo, enero 26, 2020

JOSÉ-MOÑITA- JIMÉNEZ, EL BOXEADOR MÁS CARISMÁTICO DE SANTIAGO.


Por: Braulio Rodríguez.

Santiago en los años que van del 1970 hasta 1985 dominó el escenario boxistico dominicano. Fueron años de gloria del boxeo que irrumpieron con una playede de jóvenes boxeadores que se desarrollaron a partir de la Liga Deportiva 11 de Enero que tenía como estandarte una escuela de boxeo y otra con varias categorías de béisbol, karate y judo, ajedrez, básquetbol. Estaba ubicada en un punto neutral entre Pueblo Nuevo, La Joya, Baracoa, el Ensanche Bermúdez y el Barrio Simón Bolívar. Los “riquitos” del Barrio Los Pepines al ascender de clase social no descollaron en las disciplinas de combate y más bien practicaban basquetbol.
La Liga 11 de Enero fue escenario de carteleras de boxeo los lunes en donde los jóvenes desde las categorías inferiores comenzaron a mostrar su talento. La popularidad de esas carteleras fue de tal magnitud que fueron llevadas al recién inaugurado Palacio de los Deporte Jorge Gobaira.
Esas veladas de boxeo amateur de los lunes fueron sustituidas por el boxeo profesional con los mejores prospectos que escalaron esa posición. Panchin, La Boa Núñez, Cuero Duro, Enrique Sánchez, los hermanos Bidó, Meneito... fueron los actores que dieron estelaridad al boxeo cibaeño y sobretodo de Santiago.


José -Moñita- Jiménez venia de la Escuela de Boxeo de “Bodega” en el barrio La Joya, un maestro de boxeo, gruñón, exigente y con un ojo de águila para descubrir un diamante en bruto. El Gladiador e inmenso Darío Hidalgo fue una de esas gemas qué pulió. Bodega veía el boxeo como una danza, un arte y destello de técnicas para pegar al contrario sin dejarse dar y Moñita Jiménez fue una de esas piedras preciosas de alto calibre pulidas por el maestro de boxeo y quien solo pudo ser derrotado por una mala noche de bebidas. Tenía un talento natural envidiable. Nació boxeador! Muchos le llamamos el Maestro Borrachon. Según testigos, hubo ocasiones en que en medio de un pleito en donde llevaba desventaja ante un rival en las tarjetas de los jueces, pedía un trago de ron para reponerse.
Rara vez vi sentado a Moñita después de un round. Se quedaba de pie y como muchos de los pupilos de Bodega, tenía una resistencia increíble y un desplazamiento en el ring como si bailara ballet, se ufanaba de que tal o cual boxeador no le toparía la cara a lo largo de una contienda, esto incluyó al bravisimo Enrique Sánchez a quien le propinó varias docenas de galletas en una ocasión.
Era la viva representación de la escuela de su maestro que amaba el estilo técnico en contraste con la escuela de su archirrival el Maestro Pedrito Cruz con quien mantenía una especie de enemistad llena de leyendas y cuentos urbanos y quien prefería tener entre sus pupilos a los boxeadores con “pegadas”. Los muchachos de El Ejido quienes hacían trabajos duros de albañiles, zanjeros, carpinteros entre otros, eran los preferidos del Maestro Cruz, a quien nunca vi sin un enorme cigarro en la boca.

Truquero en el amarre, Moñita daba “galleticas” que disfrutamos con aplausos estruendosos. Era divertido verlo burlarse de un boxeador rudo con su juego de piernas, cabeceó y movimiento de cintura para luego propinarle un par de galletas con los guantes al contrario. Eran momentos de un delirio intenso e hipnótico. El palacio entero de rendía a sus pies y los aplausos caían como lluvias torrenciales. Muchas mujeres eran habituales seguidoras del boxeo gracias al despliegue técnico de este boxeador excepcional.
Nadie como él llenaba el Palacio de los Deportes, el ha sido el mayor ídolo del boxeo de Santiago en toda su historia. Una cartelera sin Moñita era opaca.
Hubo derrotas de Moñita que muchos lloramos. En una ocasión subestimó a todo un toro de fuerza y hambre de triunfo llamado Roberto -La Boa- Núñez, este muchacho del barrio El Ejido parecía tener dos blocs en las manos. Desde su carrera amateur fui testigo de su devastador poder. Evidentemente que la fuerza se impuso esta vez sobre la maña y La Boa destrozó los labios con una fea herida a Moñita. Fue la vez primera que lo vi sentarse después de un round. La sangre manaba de forma abundante. Muchos que estábamos en el “ring side” no nos contuvimos ante la desventaja y exigimos al referí que detuviera el combate. Impusimos presión con la ayuda del Negro Macusi quien vestido de blanco abrió los brazos formando una “X” en dirección de los seconds y estos obedeciendo a este señor temido por sus enemigos y admirado por los amigos, no dejaron salir al próximo asalto a nuestro ídolo quien iría a una segura masacre de continuar el pleito.

Moñita fue campeón nacional de las 118 y 126 libras. Se ganó a los mejores y solo de ellos perdió, un futuro campeón mundial fue uno de sus verdugos, César -El Patico- Polanco.
En Puerto Rico fue utilizado para probar la calidad como pugilistas de los prospectos cotizados. Por su débil pegada no representaba peligro de lesión para los boxeadores pero, había que pelear todos los asaltos. Hacer una buena presentación ante él era una especie de escalar un peldaño.
Su popularidad a nivel caribeño era alta. En Venezuela y Colombia hacia la misma labor de probar prospectos como una especie de examen. Los registros de las peleas de Moñita nadie los puede organizar, ni se sabe las peleas disputadas. El determinó la suerte de muchos boxeadores al dar el veredicto personal después del combate y evaluar al contrincante. Por algo el equipo técnico del famosísimo boxeador Félix -Tito- Trinidad lo tenía empleado.

En su papel de examinador de boxeadores le tocó hacer una pelea para preparar una disputa mundial al venezolano Ángel Levy Mayor, clasificado como número uno del mundo. Al parecer hubo desacuerdos e hirieron los sentimientos de Moñita y Levy Mayor quiso ridiculizarlo antes de la pelea. Grado error, el Maestro mostró su mejor boxeo y llevó al contrario al borde el knockout . La desesperación de los manejadores de Levy se hizo evidente y Moñita bajó la presión sobre el contrario a quien favorecieron con un empate que abuchearon los propios venezolanos. Moñita sabía su trabajo y exigía respeto.
La “pela” dada al boxeador de la tierra de Simón Bolívar fue recibida en Santiago con una gran algarabía. Todos sabíamos que nuestro ídolo tenía la madera de campeón mundial.

Al saber de la partida al más allá del boxeador dominicano que más admiré y hacia lo imposible por verlo combatir, me llegaron tantas nostalgias de una época en la cual buscar una distracción era una forma de sobrevivir.
Adiós Campeón...

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