jueves, mayo 27, 2021

Casi la mitad de pacientes del “28” fueron abandonados por sus familias






El Centro de Rehabilitación Psicosocial Padre Billini ya no puede recibir a más personas. Solo queda una cama
27 mayo, 2021

Era una mañana soleada en el Centro de Rehabilitación Psicosocial Padre Billini. Laura y Josefina (nombres ficticios) mantenían una conversación amena en los jardines de las instalaciones del antiguo manicomio o “El 28”, nombres que aún gravitan en la memoria de los dominicanos.

Sus habitaciones estaban perfectamente ordenadas por ellas mismas, como parte de sus responsabilidades cotidianas; ya faltaba muy poco para ir almorzar, pero Laura escuchaba con atención y fascinación las historias repetidas de su compañera de cómo se hizo médico y ganó un título de reina de belleza en su juventud, hechos que solo ocurrieron en su mente como consecuencia de un trastorno mental que ha convivido con ella durante muchos años.

Al darse cuenta que un equipo de elCaribe estaba presente, preguntaron ¿Ustedes son periodistas? ¿Nos harán una entrevista? “Mira, ella se pinta las cejas y las tiene muy bonitas. Es la más bella de aquí” dice Laura acerca de su amiga “La Doctora”.

Quiero ver a mi mamá

¿Y qué tiempo tienes aquí Laura”, pregunta elCaribe. Le cambia el semblante y dice “Ya llevó tres Navidad, pero ya no quiero vivir aquí, yo quiero estar con mi familia. La que me crió vino una vez, pero no ha vuelto…..Yo paso las noches rezándole a Dios para que me la localice”, dice la intrépida joven.

Su amiga, “La Doctora”, lleva unos 13 años en el lugar. Estaba interna desde antes que el espacio pasará de hospital psiquiátrico a ser un centro de rehabilitación destinado a ayudar a personas con enfermedad mental grave y crónica con el objetivo de que recuperen la autonomía personal y social.

Los dos pilares del centro son la rehabilitación y la reinserción a la comunidad y a sus familias. Aunque hay notables logros en la primera parte, la reintegración es la preocupación mayor de quienes dirigen y administran el espacio, ya que que no ven los objetivos cumplirse por completo.

Y es que luego de trabajar un programa individualizado con cada paciente, les invade la impotencia al ver que muchos de estos están condenados a quedarse en el lugar, porque sus familias los abandonaron.

De 75 usuarios internos, 35 concluyeron con éxito su programa de rehabilitación. Están listos para empezar una nueva vida, pero no tienen dónde ir, no hay quien los acoja. La situación impide la admisión de pacientes de nuevo ingreso, ya que solo queda capacidad para entrar a una sola persona.

Ya no caben más personas

“No se pueden traer o no podemos aceptarlos a menos que vayamos reinsertando personas o se habiliten otros espacios. Estamos a la capacidad ideal para que no sea hacinamiento. Estamos al límite, pero no hay hacinamiento” sostiene el gerente general del centro, Yino Martínez.

Advierte que si se ingresan más personas en estas condiciones, habría que ponerlas a dormir juntas, lo que contrastaría con la esencia del establecimiento de salud mental.

No obstante, dice que dentro de las instalaciones hay un módulo que podría ser utilizado si se adecúa y se acondiciona. “Pero eso dependerá de la ayuda que le pueda ofrecer a nivel presupuestario”, precisa.



“Si a ese grupo de personas logramos reinsertarlas después que acaben este proceso, entonces vamos a tener espacios para poder recibir a otros”, destaca el médico.


Contactar a algunos familiares es una tarea tediosa, ya que en ocasiones, cambian de domicilio, no están disponibles, no pueden porque tiene una situación en casa o simplemente se niega a hacerse cargo de su pariente.

“Eso imposibilita poder reinsertarlos, luego que nosotros hacemos un trabajo de rehabilitación. Entonces se nos hace un tranque aquí”, explica.

“Es el tema de siempre, pacientes que entraron aquí y que la familia tenía la idea de que no iban a recibirlos más y de repente están rehabilitados y listos para reinsertarse”, expresa el psiquiatra.

Envejecientes en espera del Conape

De los 35 pacientes abandonados por sus familiares, hay 19 adultos mayores en condiciones estables, que según las consideraciones del director del centro, se beneficiarían mucho si entran al programa del Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (Conape) y que aparte le corresponde.

Al ser abordado sobre el procedimiento para referir a estos pacientes al Conape, agrega que institucionalmente han hecho todo lo que “se les ha pedido” y que llevan un tiempo de más de 9 meses en espera de respuesta.

En el centro, hay usuarios, como también se les llama, con edades comprendidas entre los 18 a 78 años de edad. Algunos de los jóvenes que permanecen allí, no entraron con un trastornos mental, sino con un déficit intelectual.

“En algún momento se les permitió entrar a pacientes que cumplían mayoría de edad estando en Conani, no había una institución donde llevarlos y de alguna manera entraron aquí”, explica el doctor.

El trastorno más común aquí es la esquizofrenia, identificada por los especialistas como una de las enfermedades mentales más discapacitante y que golpea más duro al paciente.

¿Quiénes refieren a las personas al centro? pregunta elCaribe. A lo que el doctor contestó: las Unidades de Intervención en Crisis, instaladas en los hospitales de segundo y tercer nivel. En el país existen 15, de las cuales 9 están ofreciendo el servicio de salud mental, según informó a este medio Francis Báez, directora de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud.

Requisitos de un usuario

Entre los criterios para ingresar al centro están: haber sido referido por una Unidad de Intervención en Crisis, un diagnóstico psiquiátrico en su etapa crónica, una estructura familiar debilitada, un expediente completo y tener entre 18 a 60 años de edad.

Martínez destaca que el tratamiento que se les da ahora al paciente está orientado a la rehabilitación psicosocial. “Antes era un enfoque: te damos el medicamento, y te dejamos aquí hasta que mejore”, sostiene. Una vez estable, se empieza un programa individualizado de rehabilitación en el que el usuario recupera habilidades que le permiten reinsertarse en la sociedad como persona funcional.

¿Se puede realmente rehabilitar a una persona y llevar una vida normal?

El doctor contesta que todo dependerá del grado que tenga la enfermedad, pero asegura que siempre se va a poder rehabilitar a alguien. Como parte del programa de reinserción laboral, los usuarios colaboran dentro de la institución en las áreas de cocina, lavandería, jardinería, huerto, labor que es remunerada con dinero con el que pueden mandar a comprar lo que necesiten. “Esto es lo más parecido a la libertad”, cuenta el director.

Los internos participan en actividades artísticas, culturales y productivas. Pintan, confeccionan alfombras y otras piezas. Además cuentan con un salón de belleza y peluquería.

Se necesitan médicos

La entidad, ubicada en el kilómetro 28 de la autopista Duarte, en el municipio Pedro Brand, provincia Santo Domingo, tiene alrededor de 200 empleados y cuenta con seis médicos.

Entre las necesidades del centro, Martínez menciona ampliar el recurso humano tanto de profesionales de la salud como de los que dan asistencia directa como técnicos y enfermeras.

Cambiando oscuridad por esperanza



Con la reforma del Hospital Psiquiátrico Padre Billini, inaugurado en 1959, se buscaba desmontar el modelo institucional-manicomial. El doctor Martínez observó en primera fila el proceso ya que lleva cinco años en la dirección. Del centro, reinaugurado en el 2016, no solo se demolió parte de su estructura también cambió su esencia. “Muchas noches fueron a vela, a oscuras. Los pabellones eran largos con una puerta de entrada y otra de salida y las habitaciones grandísimas con poca iluminación”, dice al remontarse al momento que hizo su especialidad allí.

Al describir el concepto manicomio añade “Allí jamás se piensa en una rehabilitación. Son lugares apartados de la ciudad para llevar a estos pacientes desahuciados que no tienen otra opción porque la causa se perdió”

El Caribe.

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