sábado, mayo 08, 2021

NELSON PICHARDO, SIORE MARCA-PUEBLO DE TAMBORIL




•José Mercader

Cuando se puso de moda el término de marketing “marca país” empezaron a surgir nombres de viejas glorias de las que las nuevas generaciones nunca habían oído hablar, lo que ya se ha convertido en un hábito por no decir una mala maña y deficiencia de nuestro sistema educativo. Marichal, Felipe Alou, Julián Javier, Manuel Mota, Pedro González por mencionar algunas de las primeras estrellas.
En el momento en que firmaron a Nelson en 1969, había pasado 31 años antes que nacieran nuestros jóvenes milenios de 21.
Tamboril no es San Pedro de Macorís y menos Santo Domingo de manera que cuando a Nelson lo firman, 7 años antes que a Alejandro el de Cachipo, pero 19 después que el guazumaleño Rodolfo Hernández se convirtiera en un Gigante de Nueva York antes de pasar a los Senadores de Washington, fueron aquellos lugares los que abastecieron, con toleteros y pichers, el Big Show. Nelson es el segundo que va a las fincas de los grandes equipos del Gran Espectáculo estadounidense en representación de nuestro paisaje de tabacos y montañas frescas.
A nosotros, en Tamboril, no nos importa que ninguno de ellos fueran super estrella o que realizaran hazañas o rompieran récords. El simple, y no tan sencillo hecho de subir a las Grandes Ligas nos llena de gran orgullo y los llevamos a rastra como una sombra. Y para la juventud es émulo.
¿A quién le importa que Tomás Hernández Franco llegara a ser campeón mosca, pluma o pesado? Bueno, campeón pluma sí fue, aunque de otro tipo y mejor. Y ahí está, nuestra mayor marca, que, de pueblo, trascendió al país.
En el 1970 los Mets de New York apenas jugaban la novena temporada de su existencia y luchaban por quedarse. Y esa lucha titánica les dio un tercer lugar gracias a la dirección de Gil Hodges y Yogi Berra que lo reemplazó cuando el primero se fue para no volver. Los Piratas se llevaron el banderín. Ya desde el 1969 los Mets empezaban a abandonar el sótano para solidificarse como un gran equipo. Es así que les ganaron a los Orioles la Serie Mundial de la que era favorito con los Robinson, Frank y Brooks, que eran dos trabucos y el picheo de Mike Cuellar y Jim Palmer. Los Mets se impusieron con un Cleon Jones luciendo el número de Clemente y un average de 340 junto a Art Shamsky que logró batear para 300. Tommie Agee, luciendo el número 20, pegó 26 vuelacercas y empujó 79 carreras; Nolan Ryan en su segundo año ganó 6 y perdió 3; Tom Seaver que ganó 25 juegos y su tercer Cy Young y Jerry Koosman 17. También un Dave Kingman que pegó 36 jonrones. Sin embargo, son los cuatro siores (short stops o campo corto) la gran muralla: Bud Harrelson quien empezó en el 1965 con 21 años, Tim Foli, el dominicano Teodoro Martínez que los americanos le pusieron Ted para que no sonara como inodoro y Albert Weis, para los amigos y los chicles bomba, Al. Estos cuatro siores eran el obstáculo que no dejó que Nelson subiera a pesar de sus buenos números que variaban tanto en clase A en el Marion Mets, Pompano Beach Mets, Visalia Mets y el Tidewater AAA.
Es imposible no hablar de pelota cuando se trata de un pelotero. A continuación, los equipos en que militó: (ver cuadros junto a las fotos)
Era imposible para Nelson Pichardo entrar en ese círculo a menos de constituirse en una estrella que aportaría a ese equipo algo más que un juego común.
Cuando fue transferido para las sucursales de los Yankees en 1975, se mantuvo en un sube y baja de tripe A a doble A con el Syracuse y el West Haven.
Pero, a decir verdad, a nosotros nos emocionó más su juego en las seis temporadas con el Licey y una con el Escogido aquí, en nuestros estadios, donde podíamos celebrar y discutir sin tener que ir a Wonderland. Claro que a Alicia le hubiese gustado que jugara con nuestras gloriosas cuyayas cibaeñas. Suerte que jugó con los Piratas de Puerto Plata.
Pero hay que agregar, aunque esta especie de panegírico en esta parroquia Santa Ana, se parezca a una columna de su compueblano Héctor J. Cruz, que a Nelson se le va a recordar, más que por la pasión y los logros en el beisbol, por su humanidad, por su sencillez, su amistad, su sangre liviana, que al final vale más.
Es loable el esfuerzo desinteresado de Víctor Polanco, nuestro volibolista querido (el automático de la computadora me subraya la palabra para que la corrija y ponga voleibolista pero no le hago caso). Ha puesto empeño Víctor en convocar, difundir, llamar a los amigos para que este último homenaje se haga con la correspondiente entrega que Nelson merece. A él se une, con mucha tristeza, el pueblo de Tamboril que con esta misa de cuerpo presente (aunque ya cenizas) le da su último adiós.
Pero dejemos a Pablo Neruda, maestro de la palabra y conocedor de la vida, que nos preste uno de sus poemas para despedirlo:
ADIOSES
Oh adioses a una tierra y otra tierra,
a cada boca y a cada tristeza,
a la luna insolente, a las semanas
que enrollaron los días y desaparecieron,
adiós a esta y aquella voz teñida
de amaranto, y adiós
a la cama y al plato de costumbre,
al sitio vesperal de los adioses,
a la silla casada con el mismo crepúsculo,
al camino que hicieron mis zapatos.
•••
(…)Se sabe que el que vuelve no se fue,
y así la vida anduve y desanduve
mudándome de traje y de planeta,
acostumbrándome a la compañía,
a la gran muchedumbre del destierro,
a la gran soledad de las campanas.
(Repican las campanas de la iglesia)

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