lunes, julio 25, 2022
Día glorioso para la Patria
David Ortiz ha sido instalado en el Salón de la Fama de Cooperstown, donde sólo se entronizan excepcionales.
Se une en ese templo a Juan Marichal, Pedro Martínez y Vladimir Guerrero, otros tres auténticos quisqueyanos, para honra y gloria de la patria en que nacieron.
Lo de “Big Papi” es también un premio al amor y al apego que siempre ha sentido por su terruño y el orgullo que muestra por la dicha de ser dominicano.
En la ceremonia de exaltación, cuando con el canto de nuestro himno la emoción le resultó incontenible, él mismo se encargó de finalizar el día, algo inusual por lo demandante del ritual protocolario en esos terrenos, pero es que así de especiales somos, con un toque mágico del cadencioso merengue, la dulce amargura de la bachata y el ritmo pegajoso de la salsa.
Ortiz ha agigantado a la República Dominicana, la tierra de donde salen los mejores peloteros del mundo.
Es una expresión subjetiva, pero con lo que se vivió ayer a nadie le quepa duda de que existe un sentimiento indescriptible que hace brotar lo “dominicano”, el “alma nacional”.
Es la única manera de explicar lo que ningún extraño está en capacidad de entender: el fervor patriótico con el que la inmensa mayoría puja, vitorea y hasta enronquece; y cómo un pueblo puede unirse alrededor de eventos en apariencia ajenos a su diario trajín, a los que asume como algo suyo, que le pertenece y por lo que siente alegría.
Podría parecer un discurso desfasado, chauvinista para estos tiempos en los que algunos reivindican al ciudadano de un mundo global, sin fronteras; y puede aparecer el que se burle de nuestra mentalidad insular por este excesivo amor a la patria que se venera y se tiene con fervor como auténtica y grande.
La algarabía y el gozo por este momento que nos hizo vivir el nuevo inmortal del deporte configura un hecho histórico, que pone el nombre de República Dominicana en el mapa mundial como una tierra de trabajo y de gente que lucha por sus sueños.
El Caribe.
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